domingo, 18 de julio de 2010

Suspiros de España




Se dice que nuestro actual himno, conocido como "Marcha Granadera", es uno de los más viejos de Europa, aunque es ésta una afirmación tan inespecífica como gratuita, al no contar con demasiados fundamentos. La partitura más antigua que se conserva data de 1.761, en que aparece en el "Libro de Ordenanza de los toques militares de la Infantería Española", de Manuel Espinosa, quien ya la denominaba así y le adjudicaba una autoría anónima.

El 3 de septiembre de 1770, el Rey Carlos III declaró 'Marcha de Honor' a la 'Marcha Granadera', y con ello formalizaba la costumbre de interpretarla en actos públicos y solemnes. La costumbre y el arraigo popular la erigen en Himno Nacional, sin que exista ninguna disposición escrita. En poco tiempo, los españoles consideraron a La Marcha Granadera como su himno nacional y la llamaron "La Marcha Real", porque era interpretada en los actos públicos a los que asistían el Rey, la Reina, o el Príncipe de Asturias.

La Marcha Real ha sido siempre el Himno de España, salvo durante la II República (1931-1939), cuando se adoptó el "Himno de Riego", una marcha de los Batallones de las Milicias Nacionales de principios del siglo XIX. Acabada la Guerra Civil, el Himno volvió a ser La Marcha Real, bajo su viejo nombre de La Marcha Granadera, tras Decreto del General Franco.

El Decreto de 17 de julio de 1942 declara Himno Nacional el conocido por Marcha Granadera, sin incluir ninguna partitura, por lo que se entiende que continuó vigente la versión del Maestro Pérez Casas (tres repeticiones de la Marcha Granadera, idénticas la primera y la tercera, y cambiando el tono la segunda).

La Marcha Real es uno de los raros casos de Himno Nacional que sólo tiene música, y no letra. Durante el reinado de Alfonso XIII se compuso una letra que nunca fue oficial ni llegó a cuajar en la tradición popular (fue realizada por el autor teatral Eduardo Marquina). Durante la dictadura de Franco (1939-1975) el Himno se cantaba a veces con los versos del poeta José María Pemán. Tampoco estos versos fueron nunca reconocidos oficialmente.

¡ VIVA ESPAÑA !
Alzad los brazos, hijos
del pueblo español,
que vuelve a resurgir.
Gloria a la Patria que supo seguir,
sobre el azul del mar el caminar del sol.
¡ TRIUNFA ESPAÑA !
Los yunques y las ruedas
cantan al compás
del himno de la fe.
Juntos con ellos cantemos de pie
la vida nueva y fuerte de trabajo y paz


Los derechos de autor del himno nacional pertenecían a la familia de Pérez Casas, ya que el músico había registrado la Marcha Real, en 1932, en la Sociedad General de Autores. El Estado, por Decreto 1543/1997, de 10 de octubre, adquiere de los herederos de Pérez Casas todos los derechos de explotación, reproducción y transformación de La Marcha Real.

Personalmente, sintiéndome tan español como el que más, no perteneciendo a ninguna comunidad autónoma de las que considero mal llamadas "históricas", y no justificándome -por lo tanto- ni el ademán reivindicativo ni la tradición independentista: no es éste un himno con el que consiga identificarme instintiva ó primariamente. Me resulta marcial, en exceso, y no consigo desligarlo de ciertas vinculaciones con el anterior régimen.

Suscribiría, junto con los integrantes de aquella corriente de intelectuales que parecen haber iniciado el trámite, una mayor simpatía por la idea de sentirme representado por el pasodoble del Maestro Álvarez Alonso: Suspiros de España.




Esta popular melodía que ha recorrido el mundo surgió cuando el Maestro Álvarez ofrecía conciertos animando las veladas del café cartagenero La Palma Valenciana, en la calle Mayor de dicha ciudad.

Corría el año 1.902... Una noche, al terminar su actuación, enseñó a sus amigos una melodía en forma de pasodoble que había escrito sobre una mesita del café, y que pronto fue acogida con alborozo por su clara inspiración. En su recorrido nocturno, se detuvo delante de la confitería España, ubicada frente al mencionado café, y contempló un dulce típico llamado suspiro (avellanas finas cubiertas de una porción de caramelo transparente), decidiendo bautizar la nueva partitura con la denominación de Suspiros de España.

Si hay algo que me gusta de esta melodía es su clara impregnación de hispanidad, de casticismo verbenero, de sentimiento cañí. En sus notas no hay más pretensiones patrias (alguien dijo que muchas de las veces en que se cita la palabra patria, es porque se piensa cometer o justificar algún asesinato) que las de empujarnos a sujetar a una chulapa por la cintura, luciendo clavel reventón en la solapa, y en cualesquiera de las frecuentes verbenas populares de nuestra piel de toro.

Los suspiros de España saben a pasacalles, a gigantes y cabezudos, a migas, a buñuelos ó a churros con chocolate... Huelen a traca y a pólvora, pero a pólvora festiva, aunque también a ganadería brava tiñendo de rojo el albero...

Quiera Dios que los españoles sigamos suspirando siempre por algunas de estas cosas. 



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