martes, 7 de septiembre de 2010

Descuidos Divinos



*Aborrezco lo que dices, pero daría mi vida por tu derecho a decirlo
Voltaire

Las manifestaciones que Stephen Hawking hacía la pasada semana, respecto de la inexistencia de Dios, han levantado algún que otro sarpullido en no pocos medios. Pero admitamos que se veían venir: las teorías que sobre el Big Bang vino poniendo sobre la mesa, a lo largo de las últimas décadas, habían relegado la imagen de aquel Gran Hacedor, pluriempleado y trabajador incansable durante siete interminables días, a la mera y poco romántica posibilidad de ser quien accionara un simple interruptor.

Personalmente aplaudo la valentía derrochada por este astrofísico, aunque no dejo de plantearme interrogantes acerca de lo mucho que ha tardado en llegar a tales conclusiones. La Esclerosis Lateral Amiotrófica que viene padeciendo, tantos años ya, no parece constituir justificación válida para tal retraso, en tanto en cuanto nunca demostró ser una merma para su privilegiada inteligencia... Es posible que la grandiosidad del Cosmos dificultase la exclusión de Dios del entorno de sus pensamientos; por el contrario, cuando el prisma es el sufrimiento humano -algo a lo que nuestro eterno aspirante al Nobel tampoco fue ajeno- la negación, en mi modesta opinión, gana inapelables evidencias. 

Desde hace mucho tiempo, basándome fundamentalmente en las desgracias de las que este mundo (en general) y el género humano (en particular) nunca se vieron libres, soy un descreído agnóstico; aunque ha de ir por delante que, rindiendo honores a la que siempre fue mi cita favorita*, profeso el más profundo respeto por cualquiera de los planteamientos que pudieran tenerse a este respecto.

Hace algunos años el desconsuelo causado por una de esas desgracias me llevó a escribir sobre lo que entonces me dió por llamar: los descuidos divinos...


LOS DESCUIDOS DIVINOS
"Era domingo, el séptimo día. Agotado, El Creador se recostó para descansar quedando sumido en un profundo sueño reparador.

Al despertar comprobó que había dormido con la mano derecha apoyada en lo que más tarde se conocería como el Finis Terrae romano -hoy la Galicia española- y que la impronta de sus dedos definiría, para siempre ya, el perfil de tan abrupta costa."...

Me contaron un día esta leyenda, pretende explicar el origen de las Rías Gallegas. Al parecer Dios, y en un posterior intento de limpiarse la mano de los restos de tierra que la embadurnaban, se la sacudió dando origen a los múltiples islotes que salpican los alrededores de estas preciosas lenguas de mar (Cies, Tambo, Ons, Sálvora, etc...).

Desde los escasos posos de fe que sedimentan en mi cada vez más consolidado agnosticismo, no deja de resultarme consolador el pensar que el litoral gallego, uno de los lugares más bellos que conozco, no fue consecuencia de la Voluntad Divina sino de su Descuido. Y hoy, más que nunca, necesito tranquilizarme pensando que muchas cosas serían así: no consecuencias de sus Acciones, sino de sus Omisiones...

Anteayer conocí la noticia de la muerte del hijo, de 29 años, de unos entrañables conocidos; le habían diagnosticado una leucemia meses antes... Hace exactamente un año esa madre tuvo que intentar recomponer sus entrañas, si es que alguna vez puede conseguirse tal compostura, tras perder a su primer hijo en un accidente de tráfico..."


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