sábado, 12 de noviembre de 2011

En el fondo del mar

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Madrid está particularmente sucia, en estos momentos. No es que pueda decirse que en el pasado fuese una ciudad limpia, no: personalmente no recuerdo ninguna época del medio siglo que he vivido, en la que se la pudiera calificar así... 

Pero es que en este momento, en que confluyen una serie de circunstancias capitaneadas por la ubicua crisis económica, los recortes que pretenden reducir las deudas que asfixian a la administración; junto a la escasez de lluvias de los últimos meses y la probable desidia de los miembros de una corporación, más pendientes de los destinos que les depararán las próximas elecciones generales, que de sus actuales obligaciones: las calles visten desagradables, sucias y malolientes.

A los estragos producidos por las penurias climáticas y presupuestarias, han de añadirse los del escaso civismo de una población que aún no aprendió que la mejor manera de limpiar es evitando ensuciar.  

¿Y qué decir de la impunidad para con determinadas prácticas?... Todas las superficies lisas de la ciudad deslucen invadidas de pegatinas multicolores: postes, buzones, cajas de contadores, etc... ¡Por favor, que alguien pare ya a los cerrajeros!. ¡Desde los despliegues de su promoción podría deducirse, matarile, rile, rile, que todas nuestras llaves están en el fondo del mar!



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