sábado, 22 de noviembre de 2014

El suelo de Friburgo



Friburgo de Brisgovia es una de esas ciudades que han de visitarse cabizbajos, en una actitud de humilde curiosidad, de respetuosa cortesía, puesto que no bastará con alzar la mirada y admirar -validando la redundancia- la belleza en altura de algunos de sus preciosos monumentos, como la gótica catedral de piedra roja...

Tampoco será suficiente con estar pendiente del ir, bullir y devenir de sus gentes, una población joven, compuesta mayoritariamente de inquietos universitarios...

Para visitar Friburgo, la puerta sur de acceso a la densa Selva Negra alemana, se ha de estar también pendiente de lo que nos irá mostrando su adoquinado suelo:

1 -. Las placas metálicas que, en memoria de los más de 300 judíos que fueron deportados a los distintos campos de concentración, en los inicios de la segunda guerra mundial, se han colocado en los accesos a las que fueron sus casas.


2 -. Los arroyuelos que serpentean las distintas calles de la ciudad, que constituyen uno de sus más conocidos tópicos y que parecen querer lavar el recuerdo de cuanto suponen tales chapas doradas...

Canales que dan base y fundamento a la tradición de pensar que, aquella jóven que por descuido o error se mojase el pie en alguno de ellos, acabaría desposándose con un mozo del lugar, además de mojada...

3 -. En el suelo de esta ciudad también resultan característicos los reclamos publicitarios que, incrustados en el adoquinado de las aceras, nos señalan la ubicación de las distintas tiendas, oficinas o demás edificios. (Para ver otras fotos de Friburgo pulsa aquí).



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