sábado, 29 de agosto de 2015

Toros y tradiciones



A lo largo de los últimos años y a tenor del impacto suscitado por determinadas noticias que nos fue sirviendo la actualidad, se han ido avivando foros con posturas pro y anti-taurinas, a la par que recrudeciéndo sus enfrentamientos dialécticos.


A medida que los leo, a medida que analizo cuantos datos aportan a sus respectivas causas observo que mis sentimientos, hasta hace poco aletargados en el rincón de las causas que no agitan mi interés, se van acercando poquito a poco, pasito a paso, hasta posicionarse en el bando de la defensa de los derechos del animal.

Y es que el argumentario de los pro-taurinos cae de su propio peso, por tropezar con una grave carencia de honestidad:

1.- Desde el irrespetuoso exabrupto de un -habitualmente genial- Joaquín Sabina: "No vayan a los toros si no quieren, pero dejen de tocarnos los cojones, que hay cosas más importantes... No hablen ni de ecología ni de amor a los animales, porque no conozco a nadie que ame más a los toros que los ganaderos y los toreros... Si yo fuera animal me gustaría ser toro de lidia: a ninguno se le respeta más, ninguno está mejor tratado, y además tiene la posibilidad de que lo indulten, y pasarse el resto de su vida follando vacas sin parar..."

2.- Pasando por quienes se basan en criterios de tradición, que es incuestionable, pero que nunca podría dar fuelle al salvajismo, como tampoco lo harían otras muchas tradiciones como la ablación, que es lo primero que me golpea la mente de una lista de las que -aunque fueran pocas- siempre resultarían una infinidad de tradiciones injustificables.

3.- Tendría una respuesta similar para quienes aducen cuestiones económicas, refiriéndose al número de puestos de trabajo que giran en torno a la feria... Las guerras son igualmente decisivas para mantener a la industria armamentística...

4.- Y de verdad, a estas alturas no me apetece más que hacer oídos sordos para con quienes sostienen la insensibilidad de pensar que el toro no siente...

5.- O que la lidia supone -para ellos- la ocasión de mostrar su nobleza y la oportunidad de morir con bravura...

Debemos recordar nuestro pasado, todo nuestro pasado y fundamentalmente por ser nuestro, aunque sin dejar de limar los aspectos que nos acercaron a la barbarie, a medida que vamos evolucionando: es esta la única forma de avanzar en la dirección que entiendo correcta.

En la fotografía, un hallazgo sorprendente que debo y agradezco a mi amigo Agustín Oterino cuando hace algunos años me mostró, a muy pocos kilómetros de la ciudad de Salamanca, en el término municipal de Calvarrasa de Arriba, la que desde el Siglo I consideramos la plaza de toros más antigua de España.



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