sábado, 19 de noviembre de 2016

Un monte español en medio de Roma



Pues no, no y no, es mentira lo que siempre se nos dijo: Roma no tiene siete colinas, porque cuando menos tiene ocho... Y es que ya desde pequeños, cuando estudiábamos al Imperio Romano en nuestras primeras clases de Historia Universal, se nos enseñó que la ciudad eterna fue edificada sobre siete colinas, situadas todas ellas al este del río Tíber:
-. El Monte Palatino, de unos 50 metros de altura, sobre el que Rómulo quiso edificar el núcleo original de la ciudad.
-. Monte Aventino, que con sus 47 metros se situaría justo enfrente el anterior.
-. Capitolino, 50 metros.
-. Celio, 50 metros.
-. Esquilino, 64 metros.
-. Quirinal, sobre sus 61 metros hoy se sitúan las dependencias del palacio presidencial.
-. Viminal, 60 metros.



Pero las cosas no se detienen aquí; quienes nos lo enseñaron se olvidaron cuando menos de una octava elevación del terreno, el Monte Testaccio, aunque existirían otras varias también, como la colina del Vaticano (75 metros), el Monte Janícula, Pincio, etc...

El Monte Testaccio, también llamado Monte Cocci u Octava colina de Roma, resulta particularmente interesante para nosotros los españoles... Y por qué digo esto?, Pues veréis, tendréis que situaros: lo digo por el aceite de oliva, el oro líquido que constituía el auténtico combustible para el motor de Roma, puesto que resultaba absolutamente indispensable para:
-. su uso culinario en la alimentación diaria y en la elaboración de sus conservas,
-. en usos cosméticos, medicinales, incluso religiosos, para la fabricación de lociones corporales, perfumes, etc...
-. y también para iluminar sus casas por la noche, mediante lámparas de aceite...

En Italia no existía entonces, ni mucho menos, la importante producción aceitera con la que actualmente cuentan...

Pero el aceite de oliva venía de Hispania, generalmente por vía marítima y en el interior de grandes ánforas (cocci) que vacías venían a pesar unos 30 kilos... Tras ser empleadas en esta finalidad ya no volvían a servir, al haber sido embebidas de aceite les quedaba un olor rancio y añejo difícil de eliminar, por lo que debían ser destruidas.

El Monte Cocci es el resultado del acúmulo, perfectamente apilado, como si del primer vertedero controlado de la historia se tratase, de los pedazos de estos recipientes. 

Puestos a hacernos una idea de las dimensiones de esta colina artificial: en su base alcanza los 20.000 metros cuadrados, elevándose hasta una altura de 40 metros (aunque con toda probabilidad, en la antigüedad debía ser más alta), 4o o más metros que se alcanzaron tras apilar, durante siglos, los pedazos de unos 26 millones de ánforas.



El Monte Testaccio no es un monumento abierto al público, quizá por esto sea muy poco o nada conocido por parte de los turistas que visitan la Ciudad Imperial; la única forma de poder acceder a él, de que te abran sus puertas, es a través de la visita privada de grupos de más de 30 personas que habrían de conseguir un permiso previo. 

Tuve la suerte de que el día que me acerqué hasta este populoso barrio, con la esperanza de poder hacer alguna fotografía desde sus inmediaciones, la Asociación de Amigos del Monte Testaccio (Ottave Colle) estuviese llevando a cabo una visita guiada para algunos de sus miembros, visita a la que permitieron me uniese, tras ver mi entusiasmo.

Hube de hacerme socio, cosa de la que me siento orgulloso: no todos los días se visita un pedazo de España en el casco urbano de Roma, en el mismísimo interior de la Muralla Aureliana.

NOTA: En la actualidad España sigue produciendo la mitad del aceite de oliva mundial, aunque en nuestros días Italia ya se pusiera las pilas y, no queriendo erigir más montes como el Cocci, se ha colocado en segundo lugar de este ranking olivarero, incluso por delante de Grecia

EXTRAS DEL POST
Más fotos de la visita (aquí)



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